viernes, 25 de mayo de 2012

Sobre Dimensión de la frontera (Álex Chico)

En la revista digital La Náusea han publicado este pequeño texto que elaboré a partir de lo que dije en la presentación de Dimensión de la frontera, de Álex Chico, el pasado mes de marzo en Madrid. Fue una bonita tarde.

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PRESENTACIÓN DE DIMENSIÓN DE LA FONTERA, DE ÁLEX CHICO

Dimensión de la frontera, el nuevo libro de poemas de Álex Chico, contiene ya en su título una clara vindicación de la poesía. Es en el ámbito fronterizo, y en la tierra de nadie, donde se mueve por naturaleza ese viejo asombro de palabras: siempre libre de banderas y de emblemas, la poesía ajena a las concepciones de la poesía y a salvo de nuestro afán de orden y los apriorismos de cuartel. En la frontera, sí, encontraremos la poesía, y allí también la perderemos sin remedio, pues la frontera no es lugar concreto (si lo fuera, no la llamaríamos «frontera»); es más un tránsito que un espacio o un tiempo definido, la melancolía del camino por recorrer que ya se ha recorrido. Álex Chico, para deleite de nosotros sus lectores, ha vuelto a ejecutar el ritual de lo efímero, quehacer de los poetas, en esta bella colección ajedrezada de Isla de Siltolá.

Sabemos por Borges que son muy pocas las historias que pueden contar los poetas, y que el resto ha de quedar en un sinfín de variaciones. Una de esas historias podría ser la del viajero que recuerda su viaje. Y cada poema de Dimensión de la frontera se nos antoja una enésima y delicada reinvención de la Odisea que da vida, en cada caso, a su particular Ulises. Es el poema (no lo olvidemos) el que construye al poeta. El propio Ulises, sin duda, hubiera firmado con entusiasmo estos versos de César Simón que Álex Chico coloca de lema en el epílogo de su libro: «...este no saber nunca / en qué lugar del tiempo y del espacio / de la realidad y el sueño sucede nuestra vida». ¿Sospechamos cuál era el nombre real de la Musa que invocaba Homero desde aquel «grado cero» de la poesía? Acaso se llamaba Memoria, la gran fabuladora que junta los lugares y los días recorridos: «Solo la memoria recupera su estado / de sitio...», leemos en un lugar del libro. La memoria, tenaz hilandera del mito de nuestra identidad, insiste en estos notables versos del poema Salamanca.Punto final:

Observo este lugar y sé que fui él mismo,
fui su camino y su deriva,
fui sus autores: Hierro, Arlt, Valente,
todos los que vinieron por primera vez
a señalarme los límites del mundo.
(...)

El afán de orden que mencioné al principio podría ensordecernos de nuevo y llevarnos a definir la poesía de este volumen como «meditativa» o «de pensamiento». No seré yo quien lo haga aquí, por más que a veces nos divierta jugar a los géneros y a las etiquetas, tan manidas como ociosas. Lo más notable de esta poesía es, precisamente, su cualidad de poesía, sin concesión a la anécdota o a la doctrina. No hay nada previo al poema que lo justifique, ninguna música anterior a la música. Los poetas del 27 nos recordaron que la poesía es libre. Que los manzanos pueden un día producir notarios y también (oh, asombro) manzanas. Y así, Dimensión de la frontera, en su elegida simetría, en su tono hábilmente sostenido, sin caídas, nunca monocorde, con sus calles, sus ciudades y sus límites, antes de mover nuestro pensamiento, nos lo tiñe de un determinado color (cada cual el suyo), como una voz que viene de lejos, como en estos versos finales del poema Aljibe:

Y ahora, ¿qué queda?
¿Una cita a destiempo?
¿Un recerdo que acabe por disgregar
más la fractura?
¿O una fuente que repite, como nosotros,
su movimiento eternamente circular?
Tampoco ella lo sabe: su ritmo siempre
será el mismo. Su agua, un hilo
de piel cada vez más cansada.

La poesía es un misterio. Pero es un misterio porque es humana. Tal vez la frontera mida lo que nosotros. Nuestra piel, la del poema. Nuestro compartido movimiento eternamente circular.

Juan Manuel Macías
marzo de 2012