viernes, 24 de noviembre de 2017

Lewis y Safo y una antigua copla

En Mientras no tengamos rostro (Till we have faces), la maravillosa novela de C.S. Lewis (maravillosa, aun a despecho de su inevitable entramado alegórico y toda su carga apologética) hay un pequeño pasaje que siempre me emociona al releerlo. Cuando a Orual, la protagonista, siendo niña todavía, el esclavo griego que está al cuidado de su educación le canta dos versos para que se duerma. En la novela no se dice que son de Safo, o de inspiración sáfica al menos. Digamos que C.S. Lewis los rehace a partir de un poema original de cuatro versos cortos, antiquísimo, escrito en dialecto lesbio, atribuido a Safo y transmitido por tradición indirecta. Una parte de la crítica moderna, en su habitual tendencia al aguafiestismo, llegó a postular que estos versos ni siquiera eran de Safo. Es tentadora, no obstante, la idea de un poema que no ha sido escrito por nadie y que está ahí desde siempre. Pero eso es lo de menos. Esa sensación la tenemos con todo poema que nos enamora. Por otra parte, las dos ediciones «canónicas» que en el siglo XX se hicieron de los poemas de Safo toman posturas opuestas ante el poema en cuestión. La de Lobel y Page de los años 50 lo descarta sin más miramientos. Pero la de Eva Maria Voigt, de 1968, le restituye su autoría a Safo. Bien por Voigt, pienso. Aunque el poema, ya por ser de Safo, merece seguir siendo de nadie. Y aquí van esos cuatro versos con mi traducción debajo, incluida en mi edición de las Poesías de la inolvidable poeta lesbia (La Oficina de Arte y Ediciones, 2017):

δέδυκε μὲν ἀ σελάννα
καὶ Πληΐαδες· μέσαι δὲ
νύκτες, παρὰ δ' ἔρχετ' ὤρα,
ἔγω δὲ μόνα κατεύδω.

***

La luna se ha puesto.
Se han puesto las Pléyades.
Media la noche. Pasa la hora.
Y yo duermo sola.

(Trad. JMM)