viernes, 27 de febrero de 2009

Una rima

Una rima es un péndulo muy serio,
arco iris con billete de ida y vuelta
de tus párpados al centro del misterio.

Qué raro cautiverio
licuarse entre la lluvia más esbelta,
dejarse columpiar por las campanas
en la tarde erigida de manzanas
y hablar al viento en íntimo salterio.
Vibrar con los sedientos arenales,
llanto desesperado de resquicios
por hacer sonar tu pelo entre un corro de puntos cardinales.

Una rima es un faro de pupila alterna
para peinar con siglos y leyendas la ola
y humedecer tu lenta espalda con precipicios.
Aldebarán derrama la estela roja de su linterna;
rema y rema violín y barcarola,
y enarbola sin miedo la bandera
del ágil minutero pulsador de oceanos
que gira por la tierra (peonza o calavera.)

Una rima es la luna mensajera,
periódica hilandera
de mi sombra a la palma de tus manos.

(De Cantigas y cárceles)

sábado, 7 de febrero de 2009

En romance

Estas lentas palabras tienen algo
del lento sol que por las tardes últimas
de septiembre se desvanece en plata.
Son el misterio púrpura del vino
que en el lagar renace como un niño
de bulliciosa voz y ojos de anciano.
Estas palabras vienen a los labios
como la luna al filo de una alberca
sentimental,‭ ‬antigua,‭ ‬austera y noble.
Son la tierra mojada,‭ ‬el casto viento
que trenza ensalmos entre las encinas‭;
el acero templado de coraje‭;
el mendigo y el rey,‭ ‬que,‭ ‬en la alta hora,
saben verse entre sí como un espejo
del hombre eterno que en silencio muere.
Y son la ciudadela,‭ ‬y son el mármol
que preserva batallas y sentencias,
siempre a salvo del vicio de los días.
Estas lentas palabras son los padres
que nos legaron templos,‭ ‬viejas ropas
y una historia aprendida en los desvanes.
Y son también las nubes sin historia
que edifica el desierto en el cansancio
donde sólo la fe mantiene en vilo
la seda,‭ ‬con el peso de la muerte.

Más allá de las áridas gramáticas,
más allá de los fríos anaqueles,
más allá de las hojas de los años
y más allá de la literatura,
estas lentas palabras son mi sangre,
y arden en ellas muchas vidas juntas,
muchos ojos que miran desde el tiempo,
si las hago volver de sus abismos
para hablarte al oído.‭ ‬Estas palabras
son mi cuerpo hecho trizas por la arena,
mi corazón transido de oleaje,
mi alma recogida en caracola.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Xaicu







(Versión culta)

Ondas do mar
multiplicando senos,
y tú en quimono.





(Ondas do mar de Vigo, Martin Codax, en versión de Synfonie)

lunes, 2 de febrero de 2009

Perejil, salvia, romero y tomillo

¿Alguien tiene derecho a decir que un poema le hace pensar? Es probable que a favor y en contra se puedan edificar sendos entramados teóricos, igualmente aburridos. Pero de veras que no me encuentro con ánimo de hacerlo, por muy débil que sea la carne. En el fondo, opinar sobre la poesía es tan ocioso, contradictorio y libre como hacerlo sobre el clima. Sin ir más lejos, hace un par de días me encontraba a mí mismo participándole a un vecino, no sin discreto entusiasmo, que los días ya empezaban a tener color de primavera. Esa misma noche el cielo empezó a nevar de nuevo, con declarado entusiasmo. Veo en la ventana los tejados cubiertos de nieve, los jardines, las calles, Cercedilla, el mundo. La nieve como un terco, indescifrable palimpsesto de sí misma. Me aventuro a dar mi tímida opinión sobre algo. A un poema no le pido que me haga pensar (como tampoco al clima), sino que me deje el pensamiento de un determinado color. Esta antigua tonadilla tradicional inglesa (o escocesa, no lo tengo muy claro) parece tener derecho a dejarme el pensamiento de color verde, con su estribillo de perejil, salvia, romero y tomillo. En todo caso es un verde muy pálido, algo que está a punto de declararse, que espera su momento, sus límites, como una diminuta promesa a media voz o un secreto guardado en la cartera del colegio. Conocerán la tonadilla, sobre todo, por la versión que hicieron Simon y Garfunkel. Pero yo prefiero escucharla en la voz enferma y adicta, llena de fe, de la gran Marianne Faithfull. No sé si la primavera vendrá finalmente a salvarnos o si nos hará, irremediablemente, más sentimentales.