Nieve sembrada alrededor de luna
que, en fiebre de silencio, vela y canta.
Calma de cielo y tempestad de manta
sobre mi pecho sin estrella alguna.
Tropiezo ensombrecido, de una en una,
con las claras cadenas que levanta
nuestra distancia obscena. Sólo aguanta
mi bandera de vientos y fortuna.
Y un largo mar que acuna sus cristales
come del aire y de mi cuerpo bebe,
donde dueles y a solas me torturo.
Luna fundida en fiebre de arrabales,
multiplicada en mil vientres de nieve,
fría de luz, vencida en fuego oscuro.